Traducido como «el camino» o «la vía», el Tao
es el orden innombrable, inmanente, del universo. La ley eterna que lo aglutina
todo: lo vivo y lo inerte, lo real y lo místico, lo concreto y lo abstracto.
Todo lo que vemos es fruto de la dinámica
causa-efecto. El universo y todo lo que en él existe, tanto si lo conocemos
como si no, está sometido a la mutación y el cambio perpetuo que establece el
Tao. No podemos ignorarlo, y solo aceptándolo y viviendo conforme a sus reglas
podemos vivir plenamente.
El Yin y el Yang, por ejemplo, son dos conceptos
que representan la dualidad y el continuo cambio que gobierna el Tao.
Todo concepto, pensamiento u objeto, tiene un
complemento opuesto a él que existe, a su vez, en sí mismo y que es condición
indispensable para definirlos a ambos: frío/calor, seco/húmedo,
femenino/masculino, actividad/pasividad, etc.
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